¿Mentes o Cerebros?

En el siglo XVII, Descartes diferenció entre la realidad física descrita por la ciencia y la realidad espiritual, que consideraba fuera del ámbito de la investigación científica. Este dualismo, que distinguía el espíritu consciente de la materia inconsciente, tenía cierta utilidad para la investigación científica de la época, ya que permitía separar el trabajo científico de la autoridad de la iglesia (incapaz de no ver en la ciencia a su gran enemigo). Por otra parte, el mundo físico se prestaba a un acercamiento matemático, que no parecía ajustarse al espíritu. Ese dualismo se transformó en un obstáculo en el siglo XIX, ya que viene a situar la conciencia fuera de la realidad física ordinaria, y por lo tanto, fuera del ámbito de las ciencias “duras”.

Lo cierto es que para reflexionar sobre estos temas tenemos que preguntarnos por la relación mente-cuerpo o, si se refiere, mente-cerebro. ¿Por qué es tan compleja esta relación? ¿Por qué nos parece la mente mucho más misteriosa que otros fenómenos biológicos? Descartes se planteó estas preguntas de forma radical, pero no fue el único; mucho antes Platón, Aristóteles y Santo Tomás, entre otros, también lo hicieron.

Nos encontramos con que por un lado existen entes subjetivos, conscientes e inmateriales como nuestros pensamientos y sensaciones (entidades mentales); y por otro, entes que tienen masa, que se extienden en el espacio y que interactúan de forma causal con otros entes (entidades físicas). Después del éxito de las ciencias duras, como la física, es normal caer en la tentación de degradar las entidades mentales. De hecho, la mayor parte de las concepciones materialistas de la mente (conductismo, funcionalismo y fisicalismo) terminan negando que haya mentes, es decir, niegan que existan entes mentales (subjetivos) que sean tan reales como cualquier otro ente del universo físico.

Searle identifica una serie de rasgos en los fenómenos mentales que hacen que parezcan imposibles de encajar dentro de nuestra concepción científica del mundo, compuesto por cosas materiales. El más importante de esos rasgos es la conciencia. Es difícil entender cómo sistemas meramente físicos pueden tener conciencia. ¿Cómo es posible? Realmente la existencia de conciencia es algo asombroso, sin olvidar que es el hecho central de la existencia humana, ya que sin su presencia todos los aspectos exclusivamente humanos serían imposibles.

Un segundo rasgo intratable de la mente es la intencionalidad (que nos permite dirigir nuestros estados mentales). El concepto de intencionalidad no se refiere exclusivamente a lo que denominamos “intenciones”; englobaría igualmente a las creencias, los deseos, las esperanzas… incluso al amor y al odio. En general, la intencionalidad se relaciona con todos los estados mentales (conscientes o inconscientes) que se refieren al mundo externo (fuera de la mente). ¿Cómo es posible que la materia de nuestro cerebro pueda tener intencionalidad? ¿Cómo puede referirse a algo? Después de todo, la materia del cerebro consta de átomos en el vacío, al igual que el resto de la realidad material. Planteado de forma radical: ¿cómo pueden los átomos en el vacío representar algo?

El tercer rasgo de la mente, difícil de ajustar a la concepción científica del mundo, es la subjetividad. Aunque tendemos a pensar que la realidad es objetiva, cada persona ve el mundo desde su punto de vista particular. La pregunta es: ¿cómo se puede compatibilizar la subjetividad de los fenómenos mentales con la objetividad científica?

El último problema es la relación causa-efecto entre lo mental y lo físico. Suponemos que nuestros pensamientos influyen en nuestros comportamientos, es decir, que tienen efecto causal sobre el mundo físico. Pero si nuestros pensamientos y sensaciones son verdaderamente mentales: ¿cómo pueden afectar a algo físico? Se supone que nuestros pensamientos, sensaciones, emociones, sentimientos… pueden producir efectos químicos sobre nuestros cerebros y sistemas nerviosos. ¿Cómo ocurre esto? No lo sabemos.

8 comentarios en “¿Mentes o Cerebros?

  1. Interesante…

    ¿cómo se puede compatibilizar la subjetividad de los fenómenos mentales con la objetividad científica?

    Se puede y de hecho se hace. Todo lo que nos rodea está «repasado» por el barniz de la sibjetividad, tanto la individual como la colectiva. Las cosas que influyen en nuestra vida, por científicas que sean, cobran importancia para nosotros en tanto que tenemos una opinión sobre ellas. En el momento en que las definimos ya las estamos pasando por el filtro de la subjetividad, y eso afecta igualmente a los hechos científicos. Todo es como lo pensamos.

    Saludos.

  2. Je. Precisamente escribí sobre Searle y la intencionalidad para mi DEA en filosofía, años ha. (http://revistas.ucm.es/fsl/00348244/articulos/RESF0202220389A.PDF)

    Personalmente, creo que Searle se equivoca al postular que la intencionalidad surge misteriosamente de la biología. Creo que la relación entre mente y cerebro es algo parecido a la que hay entre software y hardware: el software no funciona sin no tiene el soporte material del hardware, pero no es lo mismo.

  3. Hola Asunción, muy interesante el enlace que nos dejas. Me pongo a leerlo.

    Por cierto, el planteamieto entre software-mente y hardware-cerebro es el de la Inteligencia Artificial fuerte, que defiende la posibilidad de crear dispositivos pensantes (mentes). ¿Crees que con el tiempo se podrán fabricar mentes artificiales?

    Para Searle, la intencinalidad es una propiedad emergente del cerebro. ¿Por qué dices que se equivoca? ¿cómo entiendes la intencionalidad? ¿crees que se podría crear (no simular) la intencionalidad en una máquina? De momento éstos son temas en los que se ha avanzado poco…

  4. El enlace es a algo que publiqué hace mucho, y me temo que tampoco es para morirse. Pero bueno, de entrada Searle — si recuerdo bien — viene a decir que es un misterio cómo emerge la intencionalidad a partir del desarrollo cerebral — es decir, renuncia de entrada a proporcionar una explicación. Lo cual es una postura respetable, por supuesto (mira a Colin McGinn con el misterianismo).

    Personalmente, no creo en las explicaciones emergentistas — no creo que una vez se llega un nivel de complejidad evolutiva dado, aparezcan fenómenos como la consciencia, la intencionalidad, el lenguaje, etc. Nos podemos pasar la eternidad esperando a que la lechuga, o el chimpancé, evolucionen y se pongan a hablar.

    ¿Qué explicación, entonces? Bueno, por un lado siempre he simpatizado bastante con la postura de Roger Penrose, que considera que la consciencia viene a ser una especie de «accidente cuántico» que se produjo a nivel inframolecular en el cerebro humano. Por otro lado, creo que mi postura en este sentido se puede describir de dos modos. O como dualista de las propiedades, o como monista — pero monista teniendo en cuenta que las leyes de la física posiblemente son mucho, mucho más complejas de lo que nos imaginamos o podemos imaginar (es decir, no como los materialistas habituales).

    En cuanto a la analogía del software/hardware, es cierto que es un poco burda. Somos mentes encarnadas, pero creo que de un modo más complicado del que plantean las teorías evolutivas de la mente y demás.

    Pero disculpa el rollo que estoy soltando. Es que me pasé años de tesis pensando sobre estas cosas…

  5. No, porque la evolución es teleológica, es decir, tiene un fin. La explicación evolutiva es que nuestros antepasados primates se pusieron a hablar porque hablar constituía una ventaja adaptativa — comunicarse entre sí mediante el habla llevaba a una mayor supervivencia que beneficiaba a la especie, etc etc. (Ésa es otra — no estoy muy convencida de que el lenguaje humano sea principalmente para comunicarse. Pero bueno.)

    En cambio, según la teoría del accidente cuántico el lenguaje (o la consciencia, más bien) no habría surgido como una mutación que luego se conservara por resultar evolutivamente ventajosa. Y tampoco estaría sujeto a posterior evolución, como los rasgos heredados habituales.

    Pero como decía, todo esto son ideas que sólo tengo medio cocidas.

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